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Principios del Minimal
La electrónica permite grabar muestras de sonidos (samplers), distorsionarlos, trocearlos, enlazarlos en loops y repetir esos loops obstinadamente. La música es la ordenación de sonidos en el tiempo, y si esos sonidos han sido obtenidos, secuenciados o procesados por medios electrónicos, estaremos en los dominios de la música electrónica. Las materias primas que se procesan mediante la electrónica pueden ser sonidos de origen acústico, como la voz humana o los instrumentos musicales tradicionales, o pueden ser sonidos completamente virtuales como los producidos por un sintetizador.
La música electrónica se popularizó en los 80s de la mano del house, el techno, el hip-hop y el breakbeat. Estos géneros se basaban en el procesado y la combinación en proporciones variables de sonidos acústicos por un lado, y virtuales por otro. El acid house por ejemplo, utilizaba samples de baterías, bombos, platillos y voces combinándolos con el sonido “ácido” de la TB303, un sintetizador de líneas de bajo al que se hacía sonar acelerado y distorsionado para forzar tonos anormalmente agudos y ritmos burbujeantes. Al contrario del house, en el techno predominaban los sonidos virtuales electrónicos puros, siendo más limitado el uso de muestras (samplers) de instrumentos acústicos como bombos o platillos.
Según la wikipedia inglesa:
“El minimal techno es un subgénero minimalista de la música techno
que se caracteriza por su desnudez, sus ritmos a base de percusiones electrónicas puras, un compás 4/4 (cuatro tiempos por compás), 120-135 bpm, la repetición de loops cortos y los cambios
sutiles.”
Se entiende por percusiones electrónicas puras aquellas que no tienen relación con instrumentos acústicos al uso como tambores, platillos, bombos, bongos o congas. Así fue en el origen del techno de
Detroit, lo que le diferenciaba del house de Chicago. Las nuevas tendencias buscan nuevos sonidos y nuevas frecuencias (a menudo más agudas) con las que percutir el ritmo con algo diferente a un
bombo o un bajo sampleado. Entre esos nuevos sonidos destacan los chasquidos, crujidos y rasgados sintéticos. Aquí los samplers que marcan el ritmo corresponden a sonidos considerados hasta entonces
como defectuosos o atípicos, tales como el crujir de un vinilo deteriorado, el rozamiento de la aguja al rasgar el surco hacia delante y hacia atrás, o el chasquido eléctrico de un interruptor.
La música electrónica más vanguardista trabaja con este tipo de sonidos virtuales: rasgados (scratch), interferencias (glitchs), chasquidos y cortes (clicks´n´cuts). De ahí el nombre de algunos géneros novedosos como el clicktechno, clicks´n´cuts y el glitchcore. Sin embargo, hoy en día la etiqueta minimal se utiliza como comodín para englobar todos esos sonidos y estilos.
Pero el concepto de música minimal es más antiguo que el techno, el house y que el mismísimo Rock & Roll. La música compuesta hace un siglo por Debussy y sobre todo por Erik Satie se definía como minimalista, pues era simple, atonal, y repetitiva. A Satie también se le considera precursor del ambient, y es que minimal y ambient son estilos gemelos que nacieron y evolucionaron juntos durante buena parte de su existencia.
Pero el concepto de arte minimalista no se popularizó hasta bien entrado el siglo XX. En esta época que nos ha tocado vivir de tecnología aplicada y cambio permanente, las potencialidades artísticas se desarrollan vertiginosamente, y las explosiones creativas se alternan con sus correspondientes podas selectivas.
Fue en uno de estos procesos de poda selectiva cuando nació el actual concepto de arte minimal. Al estallido creativo del pop art de los 60s le sucedió el gélido rigor del minimalismo. Compositores como Steve Reich y Terry Riley sentaron las bases y seguidores como Philip Glass (Naqoyqatsi) lo popularizaron.
Los minimalistas imitaban la música electrónica con medios acústicos o fusionaban ambos medios. Y como los medios con los que contaba aquella primera música electrónica eran muy limitados, aquel género que de ella derivaba nació simple y elemental y se le bautizó como minimalista. Así es que el minimal estaba presente desde el principio en la música electrónica. Pero no fue hasta veinte o treinta años después, a principios de los 90s, cuando nace el minimal techno. Mike Ink, Richie Hawtin aka Plastikman y Thomas Brinkmann evolucionaron el primer techno de Detroit en sentido contrario a la tendencia general, esto es, regresando a las formas elementales, al esqueleto de la estructura musical.
Los 90s fueron años de creatividad expansiva en la música electrónica de baile, y aquel experimento minimal, más apropiado para ser escuchado y analizado que para ser bailado, quedó relegado al disfrute de unos pocos.
La última edición impresa de la “All Music Guide to Electrónica” no tiene entre sus miles de referencias el término “minimal”, aunque si tiene tres referencias al minimalismo de los 70s. “Loops Una historia de la música electrónica” tampoco cuenta con el minimal entre sus referencias, pero lo cita en un par de ocasiones hablando de “un techno al borde del minimalismo” para referirse a la evolución de Plastikman y Mike Ink. Otros libros anglosajones de cultura dj tampoco recogen el nuevo género. Pero si uno ojea las últimas ediciones de las revistas especializadas, el minimal resulta ser uno de los términos más citados. La búsqueda en Google del término “techno” “music” arroja 22.000.000 referencias, mientras que la de “minimal” “music” resulta ser de 19.500.000, muchísimas en comparación con las 220.000 del término “microhouse” o los 2.000.000 de “trance” “music”, por ejemplo. Atendiendo a estos resultados, la especie minimal que hasta ahora se consideraba una de tantas ramificaciones periféricas del techno, parece estar creciendo hasta convertirse en un tronco principal.
Minimal sin principios
Pero si la “minimal art music” estaba en el origen mismo de la música electrónica, y si la etiqueta “minimal techno” ya lleva quince años rodando por ahí ¿Cómo se explica esta repentina explosión del término? ¿Es una verdadera revolución musical o es más bien una estrategia de marketing? A falta de una definición más precisa de lo que es minimal, la wikipedia inglesa acaba su referencia con una reflexión interesante:
“En la segunda mitad de 2006 el término minimal se ha vuelto contradictorio, pues sirve como denominador
para los sonidos tech house del momento, muchos de los cuales debieran etiquetarse como “máximal” en términos de contenido sonoro, en contraste con el desnudo género electrónico
minimalista”
Si el concepto minimal se populariza en los clubs de música electrónica de baile, quizás es que el minimal ya no representa aquella música ambient, experimental y elemental más apropiada para ser
escuchada que para ser bailada. A no ser que éste sea el objetivo último de la nueva fiebre minimalera: que la gente baile menos y escuche más.
Si así fuera el minimal representaría una reacción a los excesos del pasado y asistiríamos a un fenómeno similar a la resaca de la música disco de los primeros 80s, cuando el eslogan “disco sucks” resumía la nueva moda antidisco en la que el rock, como música discursiva que era, se imponía a la que se consideraba frívola y decadente música de discoteca. Si de lo que se trata ahora es de apaciguar la pista de baile, el minimal reflejaría una tendencia retrógrada, puritana y fundamentalista en lo estético, esto es, de retorno a la pureza de los fundamentos de la música electrónica, a sus orígenes experimentales menos eufóricos, y si ese retorno a los orígenes refrena el baile significará también un movimiento retrógrado en lo moral (bailar es pecar).
Esta nueva ola minimalista anuncia tres posibles escenarios. El primero es el del minimal ortodoxo y sectario, en el que este estilo se consolida fiel a sus principios como música minoritaria para escuchar más que para bailar, y se limita a sonar en algunos pocos clubs o en horarios de pre y post fiesta, dejando para géneros más enérgicos las horas centrales de las sesiones de baile.
El segundo escenario es el del minimal ortodoxo y misionero, en el que este género musical sigue sin renunciar a su espíritu experimental y ambient, pero a diferencia del caso anterior los apóstoles del minimal se dedican a predicar la buena nueva y convierten al ascetismo, la sobriedad y la contención del minimal a las masas de fiesteros libertinos. Las salas de fiestas se convierten en lugares para el recogimiento y la devoción al nuevo estilo musical.
En el tercer escenario, el del minimal heterodoxo y comercial, el minimal sería una marca de moda para etiquetar el new techno que evoluciona a partir de géneros ya conocidos, y englobaría buena parte del techno y house que se hacen en la actualidad y que incorporan en alguna medida los nuevos sonidos tipo clicks´n´cuts, glitch y scratch, pero este minimal comercial no renuncia a los graves potentes para marcar el ritmo en la pista de baile. Este minimal heterodoxo que se gana el favor de los clubbers más bailongos se aleja claramente de los fundamentos del minimal techno de los primeros 90s. Este minimal comercial responde a los principios marxistas de Groucho cuando decía aquello de: “Estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros” (para que se entienda; este minimal no es minimal).
Estamos en un momento en el que el minimal ortodoxo y sectario ha dado paso al heterodoxo y comercial (con algunas dosis de ortodoxia misionera). Asistimos a la promoción de una marca. Y es que de todos los nombres que han recibido los nuevos géneros musicales electrónicos ninguno tiene la musicalidad, cosmopolitismo, elegancia y elitismo del término MI-NI-MAL. Frente a una marca tan brillante, palabros como microhouse, clicktechno, clicks’n’cuts o glitchcore tienen pocas posibilidades de éxito.